Cuán difícil es comunicar un noticia como la muerte de un ser querido, y más, en los más jóvenes de la casa…En ocasiones cuando realizo las intervenciones observo como seguimos en una sociedad basada en la tanatofobia (temor experimentado hacia la muerte, especialmente a una muerte inminente, y que puede constituir una enfermedad.)
Hablar de la muerte, todavía, hoy en día nos resulta algo difícil es por eso que debemos tomar como algo natural este proceso ya que nacemos para morir, pasando por una camino de aprendizaje constante hasta llegar a ello.
Una de las preguntas que soléis hacerme es ¿Pero cómo se lo digo? ¿Y si no lo entiende? La respuesta sé que es compleja pero podemos hacerlo sencillo…
A veces sólo tenemos que sentir y hablar con el corazón, seamos sinceros, no adornemos lo ocurrido, no recurras a mentiras por creer que camuflándolo lo pasará mejor, es un error. Está demostrado que los niños con más de 9 años tienen el concepto de muerte instaurado, dependerá de muchas cosas, pero es importante que lo que le digamos sea cierto. Seguro encontrarás la manera, los ejemplos, las palabras, incluso algunas metáforas. Algo a lo que yo recurro mucho con los más pequeños son los cuentos, nos ofrecen un sinfín de oportunidades para explicarles el porqué de sus emociones ante la triste noticia, el cómo se pueden expresar, comportar, sentir…
Una de las premisas más importantes que siempre os digo es: decir la verdad, la verdad aunque duela. Entiendo que os rompa de dolor por dentro pero debemos crear personas curtidas en emociones, es necesario que entiendan el dolor para comprender.
Solemos proteger a los niños y adolescentes de lo que sabemos que les causa dolor, pero no lo protegemos de algo peor la OCULTACIÓN de la verdad. Los reproches por no haber sido sinceros acarrean a medio y largo plazo problemas mayores, permitamos que el niño sienta, experimente, muestre, acompañe, se despida, participe en todo el ritual del duelo. Hacer esto nos lleva a superar una parte más del DUELO, la aceptación de su nueva realidad.
Yo siempre pienso algo cuando estoy con los padres y así se lo hago ver “si los niños o adolescentes son capaces de preguntar… (un gran paso), son capaces de escuchar lo que haya sucedido”.
¿Es posible que permitamos que pregunten, que sepan, que se preocupen…? La respuesta es clara, SI, es necesario para su correcta internalización y desarrollo. Permitamos que pregunten si eso es lo que necesitan. A veces mostramos silencios, evadimos preguntas como forma de enfrentar nuestro propio dolor, y eso ocasiona el efecto tabú, la ocultación de lo que está ocurriendo, no se puede nombrar…
Lo no nombrado, no podrá ser pensado. Lo no pensado no será internalizado.
Lo que no se hace nuestro, no se digiere, no se acepta y hace daño.